En tiempos de antaño quedaron las épocas en las que el
almuerzo familiar dominical era una experiencia placentera; hoy en día ante una
masiva oleada de comensales buscando nuevas experiencias, una ciudad que
alberga más de un tercio de la población de un país y un boom gastronómico
anómalo; hacen que el comer de manera tranquila y pacífica en un buen
restaurante el día domingo, sea casi un imposible.
Si bien el
Perú se jacta de vivir un apoteósico boom gastronómico y Mincetur da cifras en
la que se nos informa que un restaurante abre sus puertas cada día en nuestro
país, lo que no se nos comunica es que la tasa de cierre de un restaurante es
casi la misma; y los buenos (en algunos casos sólo decentes) que se mantienen
vivos, no pueden darse abasto para atender a esa creciente población limeña en
búsqueda de la excelencia gastronómica.
Quedaron en
el olvido los días en los que los huariques o recovecos gastronómicos de
nuestra ciudad eran solo para ciertos afortunados conocedores; hoy en día las
redes sociales, programas de televisión o grupos de Facebook como El Rico Dato,
ponen sus pequeñas cocinas a la vista del mundo y en muchos casos en vez de ser
buenas, las malas noticias llegan de golpe al ver que la demanda no puede ser
satisfecha y esto hace se incurran en muchos errores, algunos de ellos saliendo
demasiado caros… ya les explicaré el por qué.
Al manejar
un domingo a partir de la 1pm es inexorable no pasar por un Chifa o Polleria
que ya se esté llenando o que esté tan lleno que tenga una cola de espera en la
puerta, y si bien una pollería se la lleva fácil al ser su fuerte son el pollo
a la brasa y durante su preparación varios pueden ser cocinados al mismo tiempo
y de la misma manera sin significar un amplio esfuerzo para el maestro pollero;
la situación de un Chifa es completamente distinta ya que los platos son a la
carta, todo es salteado en el momento y hay pedidos personalizados en casi
todas las mesas. Este gran lío en la cocina siempre se ve complementado por meseros
que no se dan abasto para atender las constantes llamadas de sus mesas (y sus
constantes reclamos) por lo que optan por mirar a cualquier lugar menos donde los
comensales, para luego igual pagar por los platos rotos de un pedido erróneo o
simplemente por un plato no salió bien de cocina.
Esta
situación se vive semanalmente en casi todos los restaurantes de Lima y muchos
de nosotros hemos vivido dichas desaventuras justamente por tales situaciones,
malogrando así lo que debería ser un buen almuerzo y una bonita experiencia.
En el caso
de los huariques o pequeños restaurantes de nuestra ciudad, la situación es
mucho más delicada aún, ya que dichos restaurantes en su afán por atender dicha
demanda incurre en cambiar el tamaño de las porciones, cambiar ingredientes,
cambiar la calidad de sus productos o peor aún perder la calidez que los hizo
ganarse ese nombre inicial. Todo esto sin dejar de lado el hecho que los
asiduos comensales del restaurante tal vez dejen de visitarlo al estar ahora
asediado de nuevos clientes, o en otros casos tal vez los nuevos clientes que
en su primera incursión se llevaron, lamentablemente, un concepto errado de su
cocina; generarán un pérdida de clientes de una u otra manera.
Por estas
razones y muchas más, nosotros como comensales debemos ser también un poco
consecuentes con nuestras decisiones y elecciones al querer pasar un momento
agradable con la gente que más queramos; el cocinar en casa o hacer una
parrilla familiar no es una opción descabellada ni exuberante para un domingo,
démosle un tiempo de respiro a los cientos de restaurantes que tenemos en la
ciudad y no los visitemos solo 1 día en específico a la semana.
Hasta la
próxima semana amigos, les prometo una reseña en el próximo post.
Los Placeres
Culinarios
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